jueves, 13 de octubre de 2016

Viajar solo, una invitación a reconocerse





Una de las grandes preguntas que atraviesa a viajeras y viajeros, cuando emprenden un camino, gasolero, con la mochila, refiere a la decisión de salir solo. Muchas veces postergamos viajes porque no hay amigas o amigos que se prendan a la ruta. Los miedos son entendible, más en una sociedad donde nos inculcaron a fuerza de represión lo bueno y lo malo. Pero que eso no nos nuble ni corte nuestras ganas. En 2015 muchos de mis amigos no podían viajar por laburo, por familia, por diversas cuestiones totalmente respetables. Decidí irme igual, sin límite de tiempo. Partimos desde Entre Ríos con un amigo, compartimos quince días que nos hermanaron por el norte argentino. Luego de Humahuaca quedé sólo, hacia Iruya, y luego a seguir subiendo por Bolivia y Perú.

El viaje gasolero tiene grandes aprendizajes, como por ejemplo desprenderse de lo cómodo, construir con solidaridad colectiva, y desprejuiciarse de las imposiciones culturales. Sin tiempo, sin calendario, haciendo lo que nos hace felices, parece tan simple pero se nos convirtió tan difícil con la velocidad de la ciudad. La experiencia personal recomienda dejar esos miedos, animarse, no reprimirse.





Decía que el viaje gasolero tenía sus aprendizajes. Me refería al miedo de viajar solo y de perderse. Pero ¿qué pasa cuando ese perderse es encontrarse? Lo cierto es que en cada camping a donde llegamos, que en cada pueblo fue el más barato, con tanta energía, un abrazo eterno, que conmovía, y que en otras publicaciones recomendaremos para disfrutar de esos lugares, nos encontrábamos con decenas de viajeras y viajeros. De La Plata, Colombia, España, Inglaterra, Bolivia, Francia, Burzaco, Brasil, Holanda, Colombia, Ecuador, Tigre, Córdoba, y otros lugares, compartimos nuestros días. Hay momentos para escucharse y estar solos y momentos para armar rancheada. En cada tierra donde pusimos las carpas se armaron comidas colectivas, donde comprábamos juntos, cocinábamos, nos despertábamos y nos reuníamos para desayunar. Ese encuentro, en ese paisaje, en ese reconocerse colectivo, no tiene precio. Y esa es una ventaja, que nos brinda el viaje gasolero, donde la solidaridad brota.

Ya viajaremos al sur, por ahora los ejemplos son del norte, porque son el corazón de toda esa gran patria que lograron fragmentar. Si pasas a Bolivia, el tema de los camping cambian. Couchsurfing, red social donde se cultiva la solidaridad entre viajeras y viajeros para hospedar personas que vengan haciendo lo mismo que nosotros, es una alternativa, y los hostels otro, donde se recomienda siempre llegar en manada. Lo bueno de las ranchadas en Argentina es que con muchos viajeros te reencontrarás. Y sino harás amigos nuevos, en las anécdotas más insólitas que puedas imaginar. El secreto es confiar, en vos y en las personas, disfrutando ese momento que se vivencia.

Así que a arriesgarse, compartimos un mate y viajamos gasolero

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